Duele observar de lejos como me usas, inconcientemente y tan suicida. Duele la manera en la que me buscas sólo cuando te sientes solo. Pero más duele decir que sí a todo sin pensar. Estoy condenada por aquella tarde en la plaza y por esa hermosa velada que me hiciste pasar, destinada a desperdiciar toda mi vida atada a tu masoquista correa. A veces creo que te pertenecen todas mis lágrimas, y otras veces siento que necesitas una paliza para aprender sobre sinceridad. Mi corazón está petrificado, pero la escencia perdurará por siempre en mí...
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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